William So - El Ultimo Trolling Stone

24.02.2016 14:28

( precuela de "Oriente Blondo")

                                  William So - El Ùltimo Trolling Stone

 

Ya nada era como entonces. Pensar en lo que hubiera sido de èl de haberse concretado aquella relación que lo mantuvo en ascuas durante su adolescencia le arrancaba una ira que , en esa etapa de su vida, hubiera podido calmarla inconscientemente, pero repito: nada era como entonces. Los ojos claros que dejaban entrever la trans- parente personalidad de William, antes de su holocausto, hoy formaban parte de una galerìa de recuerdos que ni siquiera èl mismo se atrevìa a rescatar de los oscuros callejones de su mente.

     Cuando niño , se recuerda a menudo, solìa entretenerse con sus amigos . Se habìa criado en la calle, fue huérfano desde su concepción decìan los del lugar; nunca nadie supo de què manera y mucho menos de quièn habìa nacido el pequeño que, con horas de vida, apareció una oscura madrugada en la puerta del club Kil Mey, en donde sì encontrò al padre que la vida le depararìa , al viejo Toshiro. El tiempo fue sucediéndose y el rubio muchacho, a quien el anciano bautizò William por...porque sì, fue convirtiéndose en hermano de la vida, como solìa decir, de Luì Chai, otro pequeño que, raramente, poseìa sus mismas extrañas características. Con el tiempo fueron adoptados por el pueblo como los ‘gemelos de oro’.

    La vida los habìa reunido en una comunión que pocas veces se da entre dos personas, pero no era una amistad entendida de la misma manera de ambos lados. Luì, acaso dotado naturalmente con esa filosofìa del “.........” veìa las cosas sin analizarlas demasiado y tratando de sacar lo mejor de los acontecimientos, aùn de los que debìan dañarlo emocionalmente. Siempre supo còmo sobreponerse a las malas rachas y William le servìa- por su condición de amigo, naturalmente- de bastòn , al tropezar con un pozo de esos que la vida suele poner en nuestro camino para probar nuestra entereza. El sabìa que jamás concebirìa una amistad tal con otra persona.

   

     William So, en cambio, era un muchacho mucho màs calculador, en todo sentido.  Media sus expresiones a tal extremo que solìa provocarle ataques de risa a su amigo y sin siquiera proponérselo. Los rasgos físicos, fundamentalmente faciales, eran increíbles; los pelos bien lazios y tan rubios...sus ojos celestes...Resultaba difícil no creerlos hermanos. Para el pequeño So, aquèl tambièn era su mejor amigo, pero... A medida que los años fueron pasando,  sus emociones fueron variando e intensificándose ante la vana resistencia que su mente intentaba trazar.

 

     El maestro Toshiro, ya con los dos adolescentes a su cuidado tras la muerte de su amigo As Chai, fue quien los preparò para el futuro. Màs allà de instruirlos con una educación que el viejo conocía por sus ancestros, les enseñò una de las artes marciales màs antiguas y acaso una de las menos conocida en los rincones top de occidente en los cuales se floreaban por ser los verdaderos maestros de aquellas artes. El Toshi-Wan era la ùnica de las artes marciales  que...conocía Toshiro, de hecho sòlo èl la conocía y sì, es muy probable que hasta èl mismo la hubiera inventado. Como fuera, tanto Luì como Sò se graduaron ( ¿1º*/¨??) con honores; claro que para llegar a eso debieron sortear los màs duros obstáculos. Quizás en un capìtulo a parte se detalle, alguna vez, aquèl entrenamiento del demonio, pero ahora no se puede. Lo ùnico que se puede saber es que para conseguir el aplobado de Toshiro ambos debieron consumir distintas drogas y todo tipo de anabólicos que , entonces, el viejo ya se encargaba de traficar. El resultado fue “de la hostia” , los físicos parecìan salidos de un gimnasio y las habilidades concebidas de aquella etapa no menos asombrosas. Los ‘ mellizos de oro’ estaban preparados para afrontar lo que se les presentara. Eran dos armas mortales . Las revolución que causò entre las niponcitas el ‘producto terminado’ fue primicia de ‘Clònica TV’. Luì, eterno enamorado de las pulposas pechugas viviò su tiempo de gloria. William, en cambio, no pudo disimular lo que en sus entrañas se venìa gestando desde hacìa ya unos años; lejos de gustarle lo que a su amigo se inclinò hacia otro wing e hizo un desparramo bárbaro entre las tripulaciones  navìas del puerto. Fue entonces que aflorò su amor por el mar, por decirlo de alguna manera.

 

     El viejo Toshiro caminaba por las modestas calles del pueblo inflando el pecho, orgulloso de sus chicos. La gente , que ya lo respetaba por sus batallas junto a As Chai, no dejaba de rendirle tributos y pleitesías a cada paso, cansino, del viejo. Fue la culminación de su obra. Sabìa que habìa cumplido con su difunto amigo As y con la vida misma al criar a William. Una tarde , sentado junto al muelle y viendo como el pequeño So lo saludaba desde una pequeña lancha de pescadores que se perdía en el horizonte se sintió realizado. Sacò esa pipa rara cargada de ‘tabacos’ aùn màs raros y la encendió con el Zippo que Luì le habìa regalado, entonces recordò el momento en que As dejò de habitar este mundo. Fue al regresar de una batalla contra quièn sabe quièn en la que ellos habìan triunfado, como casi siempre acostumbraban. Tras fumarse unas cuantas pipas de un pasto raro mezcado con bosta de chancho que ellos habían bautizado “hierba mágica”,  comenzaron a desfilar Geishas de todas las variedades existentes y...claro, una de las ùltimas que le ofreció aquèl tè...Recuerda que èl no quiso tomarlo...recuerda, tambièn, que As nunca se negaba a tomar el tè que ofrecía una Geisha, recordaba, ahora con làgrimas en los ojos, sus ùltimas palabras...:

 

   “Los caguè Toshiro, los caguè a todos...!!!.

 

   Toshiro, que nunca comentò aquello con nadie, nunca supò a que se referìa en ese momento cùlmine de su vida. Bien pudo ser para los desgraciados que se cruzaron en el  campo de batalla horas antes, lo que hubiera deseado fuera. O , por el contrario, una declaración instantánea de sus propios intestinos...otra làgrima rodò por su rostro y esta vez se quebrò en un llanto que nadie hubiera podido parar. Llorò durante horas sin consuelo y en soledad hasta que sintió un bullicio y...sì. La sonrisa otra vez le vino al rostro.

    Sonaba “Gûaaaaaaay eeemcieeey...” alertándolo, como cada atardecer, de la llegada de uno de sus muchachos. El barco desbordaba de marineros y quien era alzado por la tripulación, casi lo exhibìan como si fuera un trofeo, no era otro que el pequeño So. Nunca supo bien por què era tan querido por los marineros de aquellos barquitos, es màs tenìan fama de peligrosos a tal extremo que decìan eran capaces de matarse entre ellos  en una disputa y el perdedor , pobre si estaba inconsciente, era tirado al agua. Pero no le importaba el por què de aquèl trato diferencial. Seguramente, pensaba Toshiro, era por su gran educación y entonces inflaba un poco màs el pecho y se sentìa aùn màs orgulloso. Años después el viejo morirìa, sintiéndose realizado, pero sin conocer el verdadero motivo por el cual aquellos sucios marineros llegaban felices, una y otra vez, con su muchacho como trofeo...

 



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